Víctor Alarcón Requejo
No es nuevo que en un proceso electoral constitucional, se hable de pactos de civilidad entre los contendientes políticos y, no es nuevo también, el que, tarde o temprano, los candidatos y sus partidos olviden los famosos pactos, se “saquen sus trapitos al sol” y se tiren hasta con la cubeta.
Se entiende que, con pacto o sin pacto, los contendientes políticos –dejemos por ahora la etapa de los procesos de selección interna en los partidos–, deben de guardar reglas de urbanidad, ser corteses y amables con sus adversarios, esto de acuerdo a la definición de civilidad y sus respectivas acepciones, pero tal parece que en Baja California, no sucede así o, se busca que sea así, pero, para ello, se requiere un pacto.
No basta la palabra verbal y, de paso, la imaginación dibuja que los candidatos son personas salvajes, agresivas, que desconocen la amabilidad y que, por lo tanto a sus adversarios, les van a decir hasta de que se van a morir.
Es inevitable el pensar: ¿Estos actores políticos, hombres y mujeres, son los que se convertirán en regidores, alcaldes, diputados y gobernador? ¿Quién los atará cuando estén en sus respectivos cargos?
El pasado jueves 29 de marzo, en el Instituto Estatal Electoral, se reunieron representantes de partidos políticos y coaliciones, para sentar las bases en el documento que se firmará una vez que se entreguen las constancias a los respectivos candidatos.
Se pretende que se olviden de: “las descalificaciones, las diatribas y las campañas ‘negras’, para dar paso a la propuesta”.
Y fue el Presidente del Consejo Estatal Electoral, Víctor Alarcón Requejo, el que hizo el llamado a los representantes de los partidos políticos y coaliciones.
Una nueva reunión se tendrá el próximo 10 de abril, para definir la propuesta que deberá quedar en el pacto de civilidad.
Sería muy interesante que sin pacto de civilidad, los partidos políticos, las coaliciones y los candidatos, demuestren que el ciudadano puede confiar en ellos, tal vez sea una aportación interesante para disminuir el abstencionismo que, durante varios procesos electorales ha demostrado ser el verdadero vencedor.
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