La deuda
de un centavo
Excusas puede haber mil, en este mundo lleno de sorpresas. Sin embargo, no deja de parecer increíble e inhumano, el que la casa de Eileen Wilbur, estuvo a punto de ser embargada porque la mujer, invidente, de setenta y cuatro años de edad, debía un centavo de dólar, así es, un centavo de dólar a la oficina recaudadora de Attleboro, Massachussets.
La información, que aparece en diversos medios en la Internet, se refiere a que fue Rose Brederson, hija de Eileen –la señora Wilbur declaró a The Sun Chronicle, de Attleboro–, la que descubrió el cobro entre la correspondencia de su madre.
¿Cuáles fueron los efectos? A Eileen Wilbur, que habita la casa desde 1959, se le subió la presión y, Rose, estimó ridícula la acción de la municipalidad si se toma en cuenta que, para enviar el cobro, se gastó cuarenta y dos centavos de dólar.
A su vez, la recaudadora Debora Marcoccio, tiene su excusa que puede ser válida, por increíble que parezca:
Se enviaron dos mil cartas a deudores morosos, las cuales son impresas en forma automática desde una computadora sin que un ser humano, las revise.
La carta enviada a Eileen le notificaba que debería pagar cuarenta y ocho dólares antes del 10 de diciembre de 2008, por el adeudo de un centavo –relacionado con agua y alcantarillado– correspondiente al ejercicio fiscal que concluyó en julio de 2008.
Una de las preguntas que se hace la propia Marcoccio, es: ¿Por qué no se pagó la cuenta en cuanto se recibió?
Un ex concejal, Antonio Viveiros, que no conoce a Eileen Wilbur, molesto por la acción de la municipalidad, hizo un cheque por un centavo y, pago la deuda.
El suceso puede despertar múltiples comentarios, entre ellos, que la acción va desde lo increíble, hasta lo inhumano, sin dejar de lado que, en efecto, había un adeudo de un centavo de dólar.