Lluvia de espejos
Fue una tarde sorprendente. Inesperada. El cielo rugió. Todo indicaba que acabaría hecho añicos, porque se vendría abajo. Estremeció el ambiente. Espantó. Las aves regresaron a sus árboles sin algarabía. En silencio. Apenas movieron las hojas cuando se perdían entre ellas.
Entonces llovieron espejos diminutos desde nubes oscuras, que cubrían un espacio amplio de la ciudad y, quedaron esparcidos por las calles. Indestructibles. Brillantes. Se unieron y poco a poco se agrandaron.
Observé la escena desde la ventana. La misma desde donde veo a la calle por las noches, en espera de que surjas entre las luces de las farolas, con tus pasos cadenciosos. Firmes. Y nunca apareces, porque ignoras que te espero. Que te pienso. Que te deseo.
Esta tarde, con un sol radiante, te pensaba en tanto llovía. Motivo de supersticiones y leyendas rurales el que llueva con un sol resplandeciente. Que pagarán aquellos que tienen deudas. Que se pida un deseo y se cumplirá, pero que sea un buen deseo para no desperdiciar la oportunidad.
No me pidas que te cuente cuál es el mío, porque no se cumplirá y, entonces, no te quedarás conmigo por siempre.
Te pienso y veo tu rostro en todos los espejos enormes. La imaginación es poderosa. Aunque se afirma que la realidad es más grande que la ficción.
Cesó la caída de espejos. Los que estaban en la calle, desaparecieron poco a poco. La iluminación era hermosa. Un tono dorado cubría caminos y fachadas.
Entonces cerré los ojos. Te pensé una vez más y, mis suspiros siguieron las nubes cargadas de espejos, en los que, al caer y crecer, se dibujará tu rostro.
Entonces llovieron espejos diminutos desde nubes oscuras, que cubrían un espacio amplio de la ciudad y, quedaron esparcidos por las calles. Indestructibles. Brillantes. Se unieron y poco a poco se agrandaron.
Observé la escena desde la ventana. La misma desde donde veo a la calle por las noches, en espera de que surjas entre las luces de las farolas, con tus pasos cadenciosos. Firmes. Y nunca apareces, porque ignoras que te espero. Que te pienso. Que te deseo.
Esta tarde, con un sol radiante, te pensaba en tanto llovía. Motivo de supersticiones y leyendas rurales el que llueva con un sol resplandeciente. Que pagarán aquellos que tienen deudas. Que se pida un deseo y se cumplirá, pero que sea un buen deseo para no desperdiciar la oportunidad.
No me pidas que te cuente cuál es el mío, porque no se cumplirá y, entonces, no te quedarás conmigo por siempre.
Te pienso y veo tu rostro en todos los espejos enormes. La imaginación es poderosa. Aunque se afirma que la realidad es más grande que la ficción.
Cesó la caída de espejos. Los que estaban en la calle, desaparecieron poco a poco. La iluminación era hermosa. Un tono dorado cubría caminos y fachadas.
Entonces cerré los ojos. Te pensé una vez más y, mis suspiros siguieron las nubes cargadas de espejos, en los que, al caer y crecer, se dibujará tu rostro.
Kasiyas