Las mil historias
de
“Fito” Yee
Con sus acciones: Empresario visionario y exitoso. Promotor, a fin de estrechar lazos culturales entre dos naciones. Su pasión por la política mexicana. El trato con sus semejantes y, otras muchas, Adolfo “Fito” Yee, dio origen a mil y más historias, que le permitirán vivir en la mente de muchos, por muchos años.
En múltiples ocasiones aseguró que era mexicano, nativo de “Chinaloa”, “que está más allá de Sonora” y que, con once años de edad, llegó a Mexicali, Baja California, donde cumpliría los doce un 4 de enero de 1958.
Nació en China con el nombre de Yee Chekng (se usa primero el apellido). Más tarde le agregarían el Adolfo (se lo pusieron porque en ese tiempo era un nombre de moda. El Presidente de México era Adolfo Ruiz Cortines y el candidato a sucederlo Adolfo López Mateos) y, acabaría por ser conocido como “Fito” Yee.
En efecto, llegó a los once años a Baja California, pero procedente de Cantón, China, junto con su amigo Ángel “El Payaso” Pon (le decían “El Payaso” por la forma de su nariz). Se alojó con su abuelo, a quien le ayudó en el Café Santana. Después trabajaría con Fernando Ma, en el “Restaurante 19”. Lavaba platos y fue repartidor de noodles, que él se encargaba de hacer a mano. También trabajó en el restaurante Chang Gri La.
Reía con facilidad y, cuando se trataba de conversar en serio, serio se ponía. Le gustaba contar chistes a sus amigos y, aceptaba riendo que, algunos, eran malos, pero de verdad malos.
Al paso de las décadas, en diferentes ocasiones tuve la oportunidad de conversar con Adolfo “Fito” Yee. No recuerdo haberle llamado por su nombre, ni siquiera una sola vez. Siempre “Fito”.
Una tarde, llegó al Dragón y se sentó ante la mesa que me encontraba. Allá, en el área de no fumar, cuando todavía se fumaba en los restaurantes. La conversación se prolongó, hasta que el local quedó semivacío y se volvió a llenar a la hora de la cena. Se incluyeron los más diversos temas. Su forma de ver la vida. El trabajo. La amistad. La política mexicana que le apasionaba. De cuando tuvo el deseo de crear nuevos restaurantes, distintos a los que existían hace cuarenta años. De los viajes a China. De la comunidad china en Mexicali. Del origen de los cafés chinos en la ciudad…
Los tradicionales cafés y restaurante chinos, de hace varias décadas, eran pequeños y de regular tamaño. Ninguno grande como ahora. A la mayoría de les conocía por un número. El “Restaurante 19”, ubicado en la zona de La Chinesca, era uno de los preferidos de los mexicalenses.
Se asoció con un cocinero experto Canuto Lim Díaz, para fundar el restaurante Siglo XX. El entonces joven “Fito”, maduró una idea y la llevó a la realidad con su socio: Crear un restaurante de gran tamaño, que tuviera cabida para docenas de mesas y cientos de comensales, que serían atendidos por un enjambre de meseros. Algo más, lo ubicaría fuera del centro de la ciudad.
Quienes consideraron que se iría al fracaso, se equivocaron. Fue un éxito. Y, por un tiempo, la gente no dejó de sorprenderse de ir a la comida china, en un espacio amplio, con mobiliario y decorados distintos. Así surgió el Pekin. Después de un incendio, cuando colocaban una alfombra, se abrió en otro lugar, hacia el sur de la ciudad, por la avenida Benito Juárez, con el nombre de Dragón, que perdura hasta la fecha.
Y siguieron otros restaurantes más en Baja California, de “Fito” Yee y socios, entre ellos La Misión Dragón, en Mexicali, con características todavía más especiales. Un jardín amplio, bien cuidado, con pavos reales luciendo su plumaje. Con un salón especial al que se llegaba cruzando un puente. Un menú con platillos que al principio se antojaban extraños.
Durante otra plática que tuvimos en La Misión Dragón, me contó como años antes, surgieron los “chiles güeros”, producto no de “un invento chino”, como me dijo sonriendo, sino de un accidente.
El restaurante se encontraba lleno y, en la cocina, los platillos se preparaban a mayor velocidad que de costumbre. Él, tomó un plato con chiles para rebanarlos y, al pasar cerca de uno de los wok (especie de sartén chino) con aceite hirviendo, hizo un movimiento brusco para no quemarse con el vapor. Los chiles cayeron al aceite. Al sacarlos, captó un olor agradable y pensó en que sus clientes pedían algún picante para acompañar los platillos. Entonces, se le ocurrió condimentarlos. Luego, solicitó a uno de los meseros que, sin decir nada, colocara el plato con chiles en la mesa que estaba atendiendo.
Fue una decisión acertada. Después, con paciencia, mejoró su preparación y presentación, hasta que los clientes empezaron a solicitarlos como “chiles chinos” o “chiles güeros” y, al final, como “chiles”. Ahora es común escuchar: “Una orden de chiles desvenados…”. Lo curioso es que la gente los pide como chiles asados, sin ser asados.
“Fito” Yee, inventó también una variedad de chop suey, del que se asegura tuvo su origen en California en el siglo XIX (y no en China), cuando los mineros (otra versión se refiere a que fueron quienes tendían las vías del ferrocarril), llegaron con hambre y el cocinero chino se vio en la necesidad de mezclar lo poco que le sobró de verduras al preparar otros platillos. “Fito”, en el siglo XX, agregó nuevos ingredientes e hizo el platillo más atractivo para el paladar de sus clientes.
En múltiples ocasiones aseguró que era mexicano, nativo de “Chinaloa”, “que está más allá de Sonora” y que, con once años de edad, llegó a Mexicali, Baja California, donde cumpliría los doce un 4 de enero de 1958.
Nació en China con el nombre de Yee Chekng (se usa primero el apellido). Más tarde le agregarían el Adolfo (se lo pusieron porque en ese tiempo era un nombre de moda. El Presidente de México era Adolfo Ruiz Cortines y el candidato a sucederlo Adolfo López Mateos) y, acabaría por ser conocido como “Fito” Yee.
En efecto, llegó a los once años a Baja California, pero procedente de Cantón, China, junto con su amigo Ángel “El Payaso” Pon (le decían “El Payaso” por la forma de su nariz). Se alojó con su abuelo, a quien le ayudó en el Café Santana. Después trabajaría con Fernando Ma, en el “Restaurante 19”. Lavaba platos y fue repartidor de noodles, que él se encargaba de hacer a mano. También trabajó en el restaurante Chang Gri La.
Reía con facilidad y, cuando se trataba de conversar en serio, serio se ponía. Le gustaba contar chistes a sus amigos y, aceptaba riendo que, algunos, eran malos, pero de verdad malos.
Al paso de las décadas, en diferentes ocasiones tuve la oportunidad de conversar con Adolfo “Fito” Yee. No recuerdo haberle llamado por su nombre, ni siquiera una sola vez. Siempre “Fito”.
Una tarde, llegó al Dragón y se sentó ante la mesa que me encontraba. Allá, en el área de no fumar, cuando todavía se fumaba en los restaurantes. La conversación se prolongó, hasta que el local quedó semivacío y se volvió a llenar a la hora de la cena. Se incluyeron los más diversos temas. Su forma de ver la vida. El trabajo. La amistad. La política mexicana que le apasionaba. De cuando tuvo el deseo de crear nuevos restaurantes, distintos a los que existían hace cuarenta años. De los viajes a China. De la comunidad china en Mexicali. Del origen de los cafés chinos en la ciudad…
Los tradicionales cafés y restaurante chinos, de hace varias décadas, eran pequeños y de regular tamaño. Ninguno grande como ahora. A la mayoría de les conocía por un número. El “Restaurante 19”, ubicado en la zona de La Chinesca, era uno de los preferidos de los mexicalenses.
Se asoció con un cocinero experto Canuto Lim Díaz, para fundar el restaurante Siglo XX. El entonces joven “Fito”, maduró una idea y la llevó a la realidad con su socio: Crear un restaurante de gran tamaño, que tuviera cabida para docenas de mesas y cientos de comensales, que serían atendidos por un enjambre de meseros. Algo más, lo ubicaría fuera del centro de la ciudad.
Quienes consideraron que se iría al fracaso, se equivocaron. Fue un éxito. Y, por un tiempo, la gente no dejó de sorprenderse de ir a la comida china, en un espacio amplio, con mobiliario y decorados distintos. Así surgió el Pekin. Después de un incendio, cuando colocaban una alfombra, se abrió en otro lugar, hacia el sur de la ciudad, por la avenida Benito Juárez, con el nombre de Dragón, que perdura hasta la fecha.
Y siguieron otros restaurantes más en Baja California, de “Fito” Yee y socios, entre ellos La Misión Dragón, en Mexicali, con características todavía más especiales. Un jardín amplio, bien cuidado, con pavos reales luciendo su plumaje. Con un salón especial al que se llegaba cruzando un puente. Un menú con platillos que al principio se antojaban extraños.
Durante otra plática que tuvimos en La Misión Dragón, me contó como años antes, surgieron los “chiles güeros”, producto no de “un invento chino”, como me dijo sonriendo, sino de un accidente.
El restaurante se encontraba lleno y, en la cocina, los platillos se preparaban a mayor velocidad que de costumbre. Él, tomó un plato con chiles para rebanarlos y, al pasar cerca de uno de los wok (especie de sartén chino) con aceite hirviendo, hizo un movimiento brusco para no quemarse con el vapor. Los chiles cayeron al aceite. Al sacarlos, captó un olor agradable y pensó en que sus clientes pedían algún picante para acompañar los platillos. Entonces, se le ocurrió condimentarlos. Luego, solicitó a uno de los meseros que, sin decir nada, colocara el plato con chiles en la mesa que estaba atendiendo.
Fue una decisión acertada. Después, con paciencia, mejoró su preparación y presentación, hasta que los clientes empezaron a solicitarlos como “chiles chinos” o “chiles güeros” y, al final, como “chiles”. Ahora es común escuchar: “Una orden de chiles desvenados…”. Lo curioso es que la gente los pide como chiles asados, sin ser asados.
“Fito” Yee, inventó también una variedad de chop suey, del que se asegura tuvo su origen en California en el siglo XIX (y no en China), cuando los mineros (otra versión se refiere a que fueron quienes tendían las vías del ferrocarril), llegaron con hambre y el cocinero chino se vio en la necesidad de mezclar lo poco que le sobró de verduras al preparar otros platillos. “Fito”, en el siglo XX, agregó nuevos ingredientes e hizo el platillo más atractivo para el paladar de sus clientes.
Adolfo "Fito" Yee -con la bandera- y un grupo de amigos.
Un día que Juan Gabriel, estuvo en Mexicali, comentó su deseo de ir a cenar comida china. Me comuniqué con “Fito” y le hice saber del deseo del famoso compositor y cantante, del que, sabía, en una ocasión anterior estuvo en La Misión Dragón y le agradó la comida, la atención y el ambiente. Cuando llegamos, “Fito” recibió al artista y a sus acompañantes, a quienes guió a un salón privado. Tras conocer que platillos deseaban, anunció que él se encargaría de prepararlos. Se sirvió pescado (si mal no recuerdo, entero, en un platón donde apenas cabía e impresionó a los comensales al grado de expresar que no atinaban si comerlo o admirarlo), camarones, un arroz especial, las infaltables carnitas de puerco… La cena, en todos los aspectos, fue un éxito.“Fito” Yee, también quedó satisfecho.
Años antes, le hablé por teléfono. Mi deseo era invitar a comer a Fernanda Soberanes Eguia y tener una atención especial para ella. Le solicité a “Fito” me recomendara algunos platillos que considerara deliciosos al paladar, pero no los tradicionales. En pocas palabras, que fueran una sorpresa. Por lo tanto, no se pedirían delante de la invitada. Acordamos el menú, la hora y, puntual llegamos. Después de una breve conversación en la que también él estuvo presente, empezaron a llegar los platillos. Fernanda, después de pasar la vista por ellos, y sin disimular la sorpresa, expresó:
— ¿Qué es esto?
Él, muy orgulloso explicó en qué consistían todos y cada uno de los platillos, preparados con marisco y pescado, entre otros.
Entonces Fernanda agregó:
— Es que una comida china, sin carnitas y sin arroz frito, no es comida china.
Y acabó por pedir la Número 1.
“Fito” se carcajeaba por el fracaso de la sorpresa.
Al terminar la comida y una buena conversación con Fernanda, se acercó de nuevo y me preguntó riendo:
— ¿Para llevar?
— Sí. No me queda otra.
Durante un rato, los tres bromeamos al respecto, entre risas.
En algunas de nuestras conversaciones, aparecían los temas más diversos y sencillos.
Su deseo de abrir un restaurante de comida mexicana.
— ¿De comida mexicana?
— Sí, de comida mexicana.
Lo abrió con el nombre de “Los Pinos” y, al no tener el éxito esperado, tiempo más tarde, cerró sus puertas.
Fue en ese restaurante, en donde un día llegó Javier Rivas y saludó a todas las personas que estaban en la mesa (ocho personas), menos a mí, porque se encontraba molesto por un texto que había publicado sobre su actividad dentro de la política y, no le favorecía.
“Fito”, detectó el desaire del político y empresario. Se le acercó en el momento adecuado y le dijo (después me enteré), que todos éramos amigos y que, eso que hizo, no estaba bien. Al terminarse la comida política (había docenas de invitados), Javier Rivas, regresó a la mesa y me saludó como si nada hubiera sucedido.
Otro de los temas surgidos: El por qué los chinos no tienen problemas estomacales al beber agua sin tratar para el consumo humano.
— ¿Sabes por qué los chinos no tienen problemas en el estómago al beber agua, aunque no sea de garrafón?
— ¿Por qué? —quisimos saber en espera de algo novedoso.
— Es algo que todos conocen, pero no lo hacen. Se hierve el agua de la llave y se tiene lista una jarra con hielo. La vacías. Te la puedes tomar con la seguridad de que no sufrirás ninguna infección.
El viajar a China.
— ¿Te gustaría ir a China, por un mes, para tomar fotografías? —Me preguntó
— Aceptado. No se diga más.
— Voy a comunicarme con unas personas para que te hospeden y te lleven a tomar fotos sin problema.
Por diversos motivos, el viaje no cristalizó.
Nunca aceptó incluir en nuestra plática, qué conocía, por la historia oral, de El Chinero.
— Nooo. De eso no quiero hablar. Fue muy triste… Muy triste…
Entonces nos íbamos por el camino de otros temas.
Otra de las historias.
Una tarde, llegó a la panadería de La Rumorosa, junto con su inseparable amigo Ricardo “El Richy” Ochoa Beltrán y le sugirió que llevara pan a su casa. “El Richy”, tomó una charola y puso sobre ella diversas piezas. Al momento de pagar, “Fito” le dijo que no lo hiciera. Él pagaría. Antes de hacerlo, miró la fila de clientes y le dijo a la persona que se encontraba en la caja. “Voy a pagar lo de todos”. Se esperó y, así lo hizo.
Desde que “Fito” llegó a Mexicali, “El Richy” fue un amigo inseparable. Uno de los que le enseñaron a hablar español: “Diles chinguen a su madre. Todos se harán tus amigos”. Y, así les dijo a unos muchachos de su edad, pero le respondieron agresivos a punto de llegar a los golpes, hasta que se aclaró que no sabía qué decía, porque no entendía el castellano. Y, se hicieron amigos.
Cocinó para presidentes de México. Entre ellos, Luis Echeverría Álvarez, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo Ponce de León. Mandaban por él. Se llevaba a dos o tres de los mejores cocineros, la materia prima que sabía no encontraría en el Distrito Federal y, el equipo indispensable. “Mucha responsabilidad cocinar en Los Pinos, pero también una gran satisfacción”, me llegó a comentar.
En una ocasión, al saludarlo, capté que no manifestaba la alegría de siempre. Indagué y me informaron que le habían detectado diabetes y que se encontraba un poco deprimido.
Bajo de estatura, delgado, luego embarneció un poco, para adelgazar de nuevo. Con el paso del tiempo, perdió pelo. Usó barba y se la quitó. Lo vi con sombrero. Con gorra de beisbol. Infinidad de veces con la cabeza descubierta. Con lentes paral el sol y sin ellos.
Cuando se presentaba en Mexicali un evento cultural con artistas procedentes de China, me avisaba y, en más de una vez se prestó para servirme de intérprete.
En muchas ocasiones, le vi sentado a la mesa con políticos. Con empresarios de Baja California y de otros lugares. Con clientes que conocía de años. Con representantes diplomáticos de China en Baja California, a los que, me invitaba a conocer o a saludarlos si los conocía.
Dejó de cocinar y se dedicó más a las relaciones públicas.
Hace años, cientos de indocumentados chinos fueron descubiertos a su arribo a Baja California. Los trasladaron a Mexicali para repatriarlos por la vía aérea y, mientras permanecieron concentrados en la ciudad, en el Auditorio del Estado, “Fito” Yee junto con otras personas, intervinieron para que su estancia no fuera tan difícil.
Me comentó: “Ayudarlos a pasar un buen rato, es lo menos que se puede hacer por ellos. Están aquí porque quieren vivir mejor”. Les proporcionaron comida y ropa.
Un buen número de los indocumentados, se enfermó del estomago, no por la falta de calidad de los alimentos, sino por la falta de costumbre. La comida en China, es muy distinta a la comida china en Mexicali.
Algunos de ellos lograron escapar cuando se encontraban en el aeropuerto internacional de Mexicali. Entraron a Estados Unidos donde tienen familiares y legalizaron su estancia. Cuando “Fito” llegó a visitarlos, era tratado como rey. Nunca olvidaron que les brindó alimento y vestido en un momento difícil.
En época más reciente, dejé de verlo. Entonces pregunté por él a Juan Lee, el amable capitán de meseros del Dragón. Me dio la noticia de que “Fito” tuvo un problema de salud muy serio.
Se encontraba en la Plaza Cachanilla en el restaurante El dragón de China, cuando empezó a arrastrar la lengua. Dijo que se sentía mal y que en el vehículo tenía sus pastillas. Todavía se fue a Los Algodones y, fue allá donde sufrió la primera embolia.
A los meses, a las puertas del Dragón, me encontré con él. Se apoyaba en un bastón y caminaba sin la agilidad de siempre. En pocas palabras, nos puso al tanto de su estado de salud.
En otra ocasión, quedamos de reunirnos a conversar. Por diferentes causas, una de ellas porque se dirigía con el doctor (acompañado por “El Richy” Ochoa) para recibir atención médica especial (acupuntura), otra porque programaba un viaje a China, se pospuso nuestra cita.
Antes de finalizar junio pasado, lo vi sentado ante una de las mesas del Dragón. Se despedía de unas personas. Me acerqué a saludarlo. Me pareció más delgado que en ocasiones anteriores. Pensé en que podría ser la ropa que vestía.
— Tenemos pendiente una plática sin medir el tiempo —le comenté.
— Aquí estoy. Tú dices.
— ¿Te parece bien después de las elecciones? (primero de julio).
— De acuerdo.
Nos despedimos con un abrazo.
Enfermó. El primero de julio, el médico lo autorizó, ante la insistencia de sus peticiones, de ir a votar y de regresarse de inmediato, para continuar con su tratamiento.
Después de darse a conocer los resultados preliminares de la elección de Presidente de la República, se comunicó por la vía telefónica con Juan Lee y con Ricardo “El Richy” Ochoa, para decirles que su candidato, Enrique Peña Nieto, del Partido Revolucionario Institucional, había ganado la Presidencia de la República. “Ahora sí, me puedo morir”.
El viernes 6 de julio, Adolfo “Fito” Yee se fue de viaje por el universo. Entonces comprendí, tras respirar profundo, que nuestra plática se posponía, una vez más, por motivos inesperados…