viernes, enero 20, 2012

Un joven íntegro
Casi las ocho de la noche. Un joven se acercó a la puerta de la casa, al encontrarme a un metro de distancia de ella. Me sorprendí.
Saludó y preguntó, con un tono amable, si era el propietario de un carro blanco estacionado a unos metros de distancia.
Con la desconfianza propia de la época, respondí: «No».
Traté de observarlo en tanto hablaba. Atuendo deportivo. Mochila al hombro. Rostro tranquilo. Ninguna señal que anunciara la presencia de un maleante.
Sin embargo. «¿Qué guardará dentro de la mochila?» La imaginación hizo su trabajo.
Nos separaba una puerta de metal con rejas. Nos proporcionaba cierta seguridad.
Resulta que en la cajuela del automóvil, estaban colocadas las llaves –un llavero–. Y, su objetivo, era enterar al propietario a fin de que no se fueran a robar la unidad de modelo reciente.
Entonces preguntó si le conocía.
Un desfile de temas violentos viajó por mi cabeza. Secuestros. Asaltos. Emboscadas.
– Sí –respondí todavía no muy convencido.
– Sería bueno avisarle –comentó con voz tranquila–. Si me dice dónde es, con gusto voy y le digo.
Observé a un lado. Al otro. Al frente. Nada sospechoso.
Decidí acompañarlo.
Abrí la puerta de la casa, salí a la calle. Camine a su lado.
Unos cuantos metros y llegamos a la casa del vecino. Toqué, ladraron los perros. Abalanzaron sobre la malla ciclónica que nos separaba. Segundo intento. Un golpeteo continuo, con una moneda, en un poste de metal. Al fin salió el vecino.
Tras el saludo de rigor, el comentario.
– Me avisó el joven –estaba a un metro de distancia de nosotros, sin ningún movimiento sospechoso– que dejó las llaves de su automóvil colocadas en la cajuela y…
– ¡Mis llaves! Las andaba buscando aquí en la casa y no las encontraba.
Respiré tranquilo. Nada que ver con secuestros. Asaltos. Emboscadas.
Se agradeció al joven su amabilidad, una y otra vez. Satisfecho, se despidió con un «buenas noches». Y, se alejó sin prisa por una de las calles del fraccionamiento.
El vecino entró a su casa y me dirigí al lugar donde se encontraba estacionado su vehículo. En efecto, el llavero colgaba de la cajuela. Ahí esperé a que fuera a recogerlo.
¿Quién es el joven? ¿Cómo se llama? Demasiado tarde para enterarnos.
Entonces decidí escribir del joven deportista íntegro.