martes, enero 26, 2010

PAN y PANAL
Coaligados en Baja California

Los partidos Acción Nacional y Nueva Alianza, irán coaligados en las próximas elecciones de Munícipes y Diputados, que tendrán lugar en Baja California, el 4 de julio de 2010.
El convenio entre los dos organismos políticos, firmado por Andrés de la Rosa Anaya, Presidente del Comité Directivo Estatal del PAN y Juan Pablo Rodríguez, Presidente de la Junta Ejecutiva Estatal del PANAL, será registrado a más tardar el último domingo del presente mes de enero, ante el Consejo General Electoral, del Instituto Electoral de Participación Ciudadana de Baja California.
El plazo para los registros de coaliciones vence el 31 de enero.
El Consejo General, una vez recibido el convenio y el resto de la documentación correspondiente para el caso, resolverá lo conducente a más tardar el 15 de febrero de 2010 y lo notificará a la coalición.
De ser aprobada, será la segunda ocasión en que Acción Nacional y Nueva Alianza, se unen para participar en un proceso electoral estatal.
En la primera, al participar en las elecciones del 2007, dos miembros del PANAL, Carlos Alonso Angulo Rentería, por el V Distrito Electoral –ubicado en el Municipio de Mexicali– y Antonio Ricardo Cano Jiménez, por el XIII Distrito Electoral –ubicado en el Municipio de Tijuana–, resultaron electos diputados y forman parte de la XIX Legislatura de Baja California.
Trascendió que durante las conversaciones previas al convenio, se ofertaron tres distritos para el Partido Nueva Alianza. Los dos antes mencionados y el XVI, ubicado en la zona de la costa del Estado.
Desde hace semanas, aún antes de que se tuvieran datos firmes en relación con la unión de los dos partidos para participar en las elecciones, se menciona la posibilidad de que en su momento, Gregorio Carranza Hernández, Secretario General de la Sección 37 y, Arcelia Galarza Villarino, Secretaria General de la Sección 2, pertenecientes al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación se conviertan en candidatos por el V y XIII Distritos Electorales, respectivamente.
Para el XVI Distrito Electoral, por el momento, no se ha mencionado ningún nombre.

sábado, enero 09, 2010

Trozos sin tiempo

Un día de viento
en San Pedro de Atacama


Un lugar para meditar

El viento interpreta melodías inmortales.
Es el viento del oeste, acompañado por una orquesta de solistas.
Hojas de árboles que dibujan la impresión de desprenderse. Que dejan la sensación de levantar el vuelo sin conocer destino. Acaban por permanecer en su sitio, con el sonido redundante producido por sus caricias. Unas a otras. Incontroladas. Ahora con suavidad. Es música de hojas.
Ramas que se doblan, hasta casi romperse. Sólo se quejan. Se zarandean en ritmo alocado. Arañan paredes. Techos.
Plantas que agitan sus flores. Plantas qué, de un momento a otro, escaparán con todo y raíz. Aguardo el instante detrás de una ventana. El ser testigo. No sucede.
Hay percusión. Ignoro el lugar dónde se encuentran las láminas acanaladas. Se escuchan sin dejarse ver. A la distancia, más allá del hotel “Dunas”, producen su música. Percibo sonidos fuertes, rítmicos. Conocidos.
El viento se estrella en puertas y ventanas. Las sacude con fuerza.
La arena del desierto más árido del mundo, espantada, penetra a mi habitación de adobe acostado. Utiliza los espacios que deja la puerta de madera con su toque de anciana, sin ser tan vieja. Una alfombrilla de arena. La percibo al caminar en el cuarto. Luego se estaciona en rincones. Ahí se queda. Quieta. Acumulada en montículos diminutos.

Una mala ocurrencia haber dejado la habitación. En el exterior, domina el frío. Hay confusión entre quienes comentan el tema. Se ignora si es la despedida del otoño o, la tan esperada llegada del invierno.
El frío no desea ser un desapercibido. Hace sentir su presencia. Lastima el rostro. Las manos. Revuelve el pelo con saña. Al caminar en su contra, los pasos se tornan lentos e inseguros. La respiración se acorta. Hay polvo en el aire.

Nubes y viento

Entonces decidí volver a mi segura habitación de adobe acostado. Nada de recorrer las calles de San Pedro de Atacama en un día de viento. Un pueblo tranquilo a dos mil trescientos metros de altura. Un oasis acogedor, donde el tiempo hizo una pausa y se olvidó de reanudar su camino. Donde la gente del presente busca conservar las huellas del pasado en sus calles y construcciones, para el deleite del visitante moderno. Un lugar para recordar.

Mi habitación, la número 5 en el hotel “Dunas”, permanece tibia, gracias a su material de construcción, sin importar el clima del exterior. El hotel, ubicado en la calle Tocopilla 313, cuenta con menos de una decena de habitaciones cobijadas por el silencio nocturno y un hermoso cielo estrellado. Todas cómodas. Hay que reservar con tiempo, siempre se tiene una demanda impresionante. Al segundo día, me sentí en casa, gracias a la atención personal de su propietario, Wilson Antonio Ávalos. “¿Un cafecito? ¿Un té para el mal de altura?...”. Una amena conversación nocturna sobre la región. Donde las leyendas se cuentas como verdades. En donde las verdades parecen leyendas. Hace años que Wilson Antonio llegó desde Chiloé –el archipiélago ubicado al sur de Chile, que no visité por culpa de la gripe A (H1N1) que azotaba Puerto Montt–, y a base de esfuerzo y años, va con la construcción del “Dunas”. Hay espacio para nuevas habitaciones. El tiempo lo dirá.

Wilson Antonio Ávalos

Corrí las cortinas del cuarto y el sol entró por la ventana, tras acariciar los cristales. No necesito la corriente eléctrica para ver en el interior de la habitación, salvo para conectar mi computadora Acer.
Ayer decidí, por este día, no hacer ningún viaje por el Desierto de Atacama. Así, que sigo aquí, en San Pedro. Vine por tres días y creo que serán ocho o nueve los que se sumen antes de viajar, por carretera a Calama. Luego, rumbo a Viña del Mar. Un día completo por los caminos de Chile. De norte a sur. En autobús. Una locura. Una experiencia para contar.
No me arrepentí de posponer un proyecto que tenía para la mañana de este día: Ir al Valle de la Luna. Fui en dos ocasiones en los primeros días de mi estancia en San Pedro de Atacama. Fue en tardes distintas que no me dieron los resultados deseados, hablando de hacer fotografías. Malos cálculos con el tiempo y la luz.
La visita estaba programada para la mañana de hoy. Si era posible, partir antes de que saliera el sol, para no andar correteando la luz como desesperado sin rumbo. Con el riesgo de que el maldito soroche –mal de altura– nos atrape de nuevo.
Ayer llegué cansado. Me levanté a eso de las cinco de la mañana. Salí cubierto por la oscuridad y regresé antes de las dos de la tarde. Subí y bajé cerros. Altos y bajos. Algunos llenos de piedras que me hicieron recordar y envidiar la habilidad de las cabras. Que me hicieron pensar, en segundos de cordura, que podía rodar y acabar metros abajo, con varios huesos rotos. ¿Y las cámaras? Entonces, a caminar con cuidado. A fijarme en dónde piso.

Figuras en las rocas

Buscaba petroglifos. Las señas que me proporcionaron, parecían muy claras. Un cerro lleno de piedras. En la base, apenas se topara uno con el cerro, está dibujado un tigre y cuarenta metros arriba, ahí están los petroglifos. Dimos con el lugar. Al parecer, el tigre no era tigre y los cuarenta metros, no nos parecieron tantos. Al menos cuando subimos, sin embargo, al ver desde arriba, listo para descender, me parecieron más de cuarenta.
Me fascinaron los petroglifos de Hierba Buena –también miré el nombre escrito Hierbabuenas–. Es el legado de seres que vivieron aquí hace quién sabe cuántos años. No se ponen de acuerdo cuando hablan del tema a quienes les pregunté. Unos me dicen que son rastros con dos mil años de vida. Otros que, que tienen once mil años.
Me encuentro ante esas figuras que respetó el tiempo.
Un muro con figuras de chamanes y llamas, entre otras imágenes.
La visita merece un comentario aparte, porque cuando estuve cerca, sentado en una roca, envuelto en el silencio, observando lo que ellos, los chamanes de carne y hueso, en vida contemplaron algún día, tuve una sensación increíble e inesperada.
¿Imaginación en plena actividad matutina? ¿Locura de aventurero? ¿Sugestión? ¿Coincidencia?
Por la tarde, revisé algunas de las fotografías tomadas durante mi visita a Hierba Buena. Por la noche, me reuní con unas personas que vinieron al hotel a contarme historias que se antojaban mágicas. Todavía tuve energía, la energía que reservo a diario, para un momento de lectura nocturna: “Papeles inesperados”, Julio Cortázar, adquirido en Buenos Aires, Argentina. Era su turno.

San Pedro de Atacama

Una de las personas que se convirtió en mi guía, me dijo:
– ¿Qué planes tienes para mañana?
– No me gustó el nublado de hoy –respondí–. Me parece que habrá mal tiempo mañana.
Me referí a las nubes que nos acompañaron durante todo el recorrido. Por algunos instantes, fue fabulosa la iluminación, porque el sol no llegó con intensidad. Buen momento para las fotografías. Otros fueron malos: Una combinación de nubes y viento fuerte.
Al hablar del mal tiempo al día siguiente, no era por mi temor al agua, que de seguro no llegaría. Era al viento, al polvo del desierto, enemigo mortal de mis cámaras.
– No creo. Dejó de estar nublado –dijo con la seguridad de quien conoce la zona.
– Mejor posponemos el viaje –decidí impulsado por esos presentimientos sin explicación convincente.
Y, no me equivoqué. Quedarme, fue la mejor decisión.

El viento se fue con su orquesta de solistas. En mi habitación, en su recuerdo, se quedaron arrinconados pequeños montículos de arena del desierto.
Es medio día y disfruto de un café en la iluminada sala – comedor – oficina del hotel “Dunas”.
Me enteré por Wilson Antonio, que algunos de los viajes organizados por las agencias especializadas en transportar al turista, se acortaron por culpa del viento.
Otros viajes, fueron cancelados, aduciendo: “motivos de seguridad”.

Esculturas del viento

Conecto mi computadora. Cinco minutos más tarde, después de dar un trago al café negro, sin azúcar, continúo con el texto iniciado en mi cómoda habitación de adobe acostado:

“Buscaba petroglifos. Las señas que me proporcionaron, parecían muy claras…”.